Como base, el gesso se utiliza mucho en las artes decorativas para aportar relieve y textura a las pinturas y a las esculturas
El gesso es una imprimación muy utilizada como base en trabajos artísticos cuando se quiere aportar relieve y textura. Se puede aplicar sobre madera, óxido, plástico, metal y otro tipo de superficies. Esta base se puede adquirir ya lista para su uso, aunque también es posible elaborarla de forma casera. En este último caso, solo se necesita un blanqueador de juntas, cola blanca y agua.
Características y usos del gesso
El gesso, tiza en italiano, es una base de color blanco muy utilizada en las artes decorativas para aportar relieve y textura a las pinturas y a las esculturas. Para ello, se puede mezclar con distintos materiales. Además, se puede aplicar sobre madera, óxido, plástico o metal, entre otros materiales.
Otra de sus ventajas es que, una vez seco, es resistente a disolventes químicos. Si el producto está en buen estado, no hay riesgo de que se cuartee al secarse.
En el ámbito artístico, también se puede utilizar para pintar objetos, aunque en este caso es necesario mezclarlo con témperas u otros pigmentos para darle color, ya que la base es blanca.
Antes de aplicar gesso sobre una superficie, esta debe estar bien lijada. A continuación, se aplica una capa de este material y, una vez seca, se lija de nuevo. Tras aplicar una nueva mano de gresso, esta vez en sentido contrario a la anterior, se vuelve a lijar y ya se puede pintar encima.
Dada su plasticidad, el gesso también se puede emplear para tapar juntas de azulejos y baldosas.
Elaborar gesso de forma artesanal
El gesso que se adquiere en los comercios está formado por carbonato cálcico pulverizado, acetato de polivinilo y resinas acrílicas. A esta mezcla se le pueden añadir pigmentos de colores. Para fabricarlo de forma artesanal, basta con un blanqueador de juntas conocido como "Blanco de España", cola blanca, agua y un recipiente amplio.
Si es necesario aplicar varias capas sobre el objeto, la mezcla no debe ser muy espesa
Para empezar, se echan unos 250 ml de agua en el recipiente y se añade poco a poco el blanqueador de juntas hasta que la mezcla espese. Para evitar que se formen grumos, hay que remover bien la mezcla durante todo el proceso. Por último, se vierte una pequeña cantidad de cola blanca.
Dado que las proporciones de cada ingrediente pueden variar, lo más conveniente es realizar unas pruebas preliminares hasta lograr la consistencia deseada. Si es necesario aplicar varias capas sobre el objeto, la mezcla no debe ser muy espesa, sino que debe tener una densidad similar a la de una salsa. En caso necesario, se pueden corregir las cantidades.
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